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26 Aug
26Aug
Muchos están pensando a quien votaran, quien le hará la vida un poco mejor.  Debería ser esa nuestra preocupación?  Tenemos el derecho de votar aquí donde vivimos?  Creo que leyendo el siguiente boletín encontraran la respuesta.



Si un ciudadano de Gran Bretaña viniera a Estados Unidos -conservando su ciudadanía en el gobierno de Gran Bretaña- y se inmiscuyera -o intentara hacerlo- en los asuntos políticos del gobierno  norteamericano, sería objeto de repudio por parte de todo ciudadano estadounidense. Poco importa con qué partido decidiera alistarse y trabajar: no se le permitiría. Se le diría: ‘Esto no es asunto de su incumbencia. Usted no es de aquí; es ciudadano de otro gobierno. Si las leyes de este país no le parecen bien, nada tiene que hacer al respecto. El sistema político de este país nos complace, y si no le complace a usted, simplemente déjelo en paz o bien abandone la ciudadanía del gobierno al que pertenece para hacerse ciudadano de aquí, y entonces comience a discutir las leyes, la forma en que se las debiera confeccionar y cómo debieran ser’.


Saben que es así. Saben que esa es la manera en que sería tratado un ciudadano de otro país por parte de todo ciudadano de este país, si se atreviera a manipular, controlar o tener parte alguna en los asuntos políticos de este país.  Lo anterior no equivale a negarle el derecho a vivir aquí: puede hacerlo, pero todos le negarán el derecho, y su propia ciudadanía en otro país le niega el derecho a tener cualquier cosa que ver con la ciudadanía de este país o con sus asuntos políticos.
Nuestra ciudadanía, la ciudadanía de todo cristiano, está en el cielo. ¿Qué tiene que ver cualquier ciudadano del cielo, o perteneciente al gobierno del cielo, con los asuntos políticos o gubernamentales de cualquier otro gobierno o reino? De hecho, ¿qué tiene que ver un ciudadano del gobierno que sea, con los asuntos políticos o el manejo de cualquier otro gobierno que no sea el suyo?


Aquellos de quienes hemos estado leyendo en las charlas precedentes, profesan ser ciudadanos del reino celestial, profesan estar entre aquellos cuya ciudadanía -tal como dice la Escritura- está en los cielos; no obstante, están continuamente implicándose en el devenir político de los gobiernos de esta tierra. Profesan tener su ciudadanía en los cielos, ¡sin embargo, manejan los asuntos del reino de esta tierra! Pretenden ser ciudadanos del reino de Dios, sin embargo están empeñados en controlar los asuntos de los gobiernos de los hombres. Esa pretensión es insostenible.


Filipenses 3:20 Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;


Dado que la ciudadanía del cristiano está en el cielo, ese mismo principio le prohíbe tomar parte en cualquiera de los asuntos políticos de otro gobierno, incluso si se trata del gobierno de los Estados Unidos. Y eso está en la propia naturaleza del tema. Está implícito en el propio concepto de ciudadanía.


2 Corintios 5:20 “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.”


Así pues, “somos embajadores en nombre de Cristo”. Un embajador es alguien a quien un gobierno ha enviado y acreditado como representante de dicho gobierno para otro país. Forma parte de las buenas prácticas del embajador el guardarse de interferir con el asunto político que sea del gobierno ante el cual ha sido acreditado. Si el embajador de Inglaterra para Estados Unidos que esta noche se encuentra en la ciudad de Washington -o el embajador de Francia, o el de cualquier otro país- expresara una opinión acerca de alguno de los asuntos políticos de este país o tomara partido en él, su superior recibiría inmediatamente informes al respecto de que ha dejado de ser una persona apreciada aquí, y se lo llamaría para retirarle esa responsabilidad como embajador.


Somos embajadores en nombre de Cristo”. Esos dirigentes eclesiásticos que están edificando la bestia y su imagen profesan estar en el lugar de Cristo, y profesan ser sus embajadores; sin embargo, no es ya que expresen opiniones, sino que establecen leyes, manipulan campañas, moldean a los políticos y dan forma a todo el curso político de esos gobiernos entre las naciones y pueblos ante los que están acreditados. Eso viola el primero, el último y todos los principios de la buena práctica de un embajador.


Nuestra ciudadanía está en los cielos”. Entre todos los pueblos, nuestra “ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”.


Juan 18:36: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.


Si su reino fuera de este mundo, ¿por qué reino lucharían sus siervos? -Por un reino de este mundo. ¿Por qué reino contenderían? ¿Para quién trabajarían? -Para el reino de este mundo. Por consiguiente, aquel que lucha por un reino en este mundo, que contiende por supremacía y poder en un reino de este mundo, que se esfuerza por un lugar en un reino de este mundo, niega su conexión con el reino de Jesucristo, cuyo reino no es de este mundo. Pero eso es lo que están haciendo quienes lideran el movimiento del que hemos estado leyendo en las dos ponencias  precedentes. Procuran tomar posesión de los reinos de este mundo, o regir los gobiernos de este mundo y luchar; luchar denodadamente por los gobiernos de este mundo. Se esfuerzan por alcanzar los puestos y lugares de influencia en los gobiernos de este mundo. En consecuencia, están proclamando de la forma más enfática que son de este mundo y que no pertenecen de modo alguno al reino de Cristo.


Juan 17:14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.


Los líderes eclesiásticos de la Reforma Nacional profesan no pertenecer a este mundo.  Si tal profesión fuera auténtica, respecto a los asuntos gubernamentales en la tierra se comportarían como lo hizo Jesucristo cuando estuvo en este mundo. De eso venimos hablando. La bestia y su imagen pertenecen al mundo. Si esos dirigentes eclesiásticos estuvieran en lo correcto, si fueran de la verdad, si pertenecieran a la verdad de Cristo, entonces no serían del mundo y no interferirían ni participarían de los asuntos de este mundo, ni procurarían tampoco controlar los asuntos políticos más de lo que Cristo lo procuró en el mundo.


¿Hasta qué punto fue así? -Jesús no se implicó jamás. ¿No había en su tiempo males en necesidad de corrección? ¿No había males en el gobierno civil? ¿No había males en el gobierno de las colonias? ¿No los había a nivel del gobierno imperial? ¿Por qué no se dispuso a redimir a Jerusalem y a Roma mediante la acción política en el mundo? - Porque él no era de este mundo. Por lo tanto, en la medida en que esos líderes están implicados en tal acción política, demuestran que no son de Cristo ni pertenecen a la verdad de Cristo, sino que son de este mundo. Y siendo que son de este mundo mientras profesan el nombre del cristianismo, lo que pretenden es ejercer el cristianismo según el molde y forma de este mundo: en eso consiste el anticristo. 


Dios tiene a personas en este mundo. Tiene intereses en este mundo. Su pueblo tiene intereses en este mundo. Siendo así, Dios tiene embajadores en este mundo; pero están aquí para ocuparse de los asuntos del reino de Dios y del pueblo de Dios, a medida que surjan asuntos que afecten al reino de Dios en el devenir de las cosas en este mundo; y para nada de los asuntos de los reinos de este mundo. El embajador de Jesucristo que atraviesa esa línea y se implica en los asuntos de este mundo, sólo puede hacerlo abandonando su propio gobierno y quebrantando su lealtad a su propio Rey; lo hace invadiendo de forma ilegal e ilegítima la provincia de otro gobierno. Por eso es tan grande la maldad de este proceder. Eso es lo que constituyó la bestia en primer lugar y es la razón por la que constituye la imagen de la bestia en segundo lugar.


Un texto más, y habremos de poner fin a este estudio tras haber alcanzado aproximadamente su mitad: Juan 17:9: “Yo ruego por ellos”. “Ellos” son sus discípulos, de quienes dijo al Padre: ‘tú me los has dado’. “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo”. Por lo tanto, ¿puede esperar los beneficios de esa oración aquel cuyos afectos y foco de atención, aquel cuya obra y acciones se centran en este mundo, aquel que se implica en los asuntos de este mundo? -No, ciertamente. “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son”. ‘Me los diste sacándolos del mundo. Oro por ellos. No pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo’. Así, cualquiera que espere obtener el beneficio de esa oración ha de estar separado del mundo, de las cosas de este mundo, de los asuntos de este mundo; debe mantener sus afectos separados de todo lo que esté o sea del mundo, tan cierta y enteramente como el propio Jesucristo, dado que “no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”.


General Conference Bulletin 1895 A.T. Jones


El contenido completo lo pueden encontrar en el boletín. Letras cursivas fueron agregadas por mi. Sergio S.
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