tiempo estimado de lectura : 9
14 Sep
14Sep

E.J. Waggoner


Entendemos bien que significa e implica esta declaración “Viviendo por Fe”?

Tratándose  de un tema tan esencial para nuestra salvación no creen que merece un  poquito de nuestro tiempo para estar seguros de entender bien este  concepto? Y si ya lo entienden solo verán aquí quizás una nueva  perspectiva que antes no había visto. De cualquier forma creo  beneficioso estudiar un poco mas el tema.

Vera  material de 1888 que quizás jamas antes vio. El mensaje que debería  haberse dado para que Cristo venga y que hoy sigue en pie. Si queremos  que Cristo venga entonces es esencial que comprendamos esto.  Este es el  primer tema en una serie que tratara sobre la fe.

Este material fue escrito por:

E.J. Waggoner en el diario “The Signs of the Times” 25 de Marzo de 1889

“Mas el justo vivirá por la fe.” Romanos 1:17

Esa  declaración es el resumen de lo que el apóstol desea explicar acerca  del evangelio. El evangelio es poder de Dios para salvación, pero  solamente "a todo aquel que cree"; en el evangelio se revela la justicia  de Dios. La justicia de Dios es la perfecta ley de Dios, que no es otra  cosa que la transcripción de su propia recta voluntad. Toda injusticia  es pecado, o transgresión de la ley. El evangelio es el remedio de Dios  para el pecado; su obra, por consiguiente, debe consistir en poner a los  hombres en armonía con la ley –esto es, que se manifiesten en sus vidas  las obras de la ley justa–. Pero esa es enteramente una obra de la fe  –la justicia de Dios se descubre "de fe en fe"–, fe al principio y fe al  final, como está escrito: "el justo vivirá por la fe".

Eso  ha venido siendo así en toda época, desde la caída del hombre. Y lo  seguirá siendo hasta que los santos de Dios tengan escrito su nombre en  sus frentes, y lo vean como Él es. El apóstol tomó la cita del profeta  Habacuc (2:4). Si los profetas no lo hubiesen revelado, los primeros  cristianos no lo habrían podido conocer, ya que disponían solamente del  Antiguo Testamento. Decir que en los tiempos antiguos los hombres no  tenían sino una idea imperfecta de la fe, equivale a decir que no había  ningún hombre justo en aquellos tiempos. Pero Pablo retrocede hasta el  mismo principio y cita un ejemplo de fe salvífica. Dice: "Por la fe Abel  ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por la cual alcanzó  testimonio de que era justo" (Heb. 11:4). Dice asi mismo de Noé, que fue  por fe que construyó el arca en la que fue salva su casa; "por la cual  fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es por la  fe" (Heb. 11:7). Se trataba de fe en Cristo, ya que era fe salvadora, y  tenía que ser en el nombre de Jesús, "porque no hay otro nombre debajo  del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hech. 4:12).

Demasiados  procuran vivir la vida cristiana en la fuerza de la fe que ejercieron  cuando comprendieron su necesidad de perdón por los pecados de su vida  pasada. Saben que solamente Dios puede perdonar los pecados, y que lo  hace mediante Cristo; pero suponen que habiendo iniciado ese proceso  cierto día, deben ahora continuar la carrera en su propia fuerza.  Sabemos que muchos albergan esa idea. Lo sabemos, primeramente, porque  lo hemos oído de algunos, y en segundo lugar, porque hay verdaderas  multitudes de profesos cristianos que revelan la obra de un poder que en  nada es superior a su propia capacidad. Si tienen algo que decir en las  reuniones sociales, más allá de la repetida fórmula "quiero ser  cristiano, a fin de poder ser salvo", no es otra cosa que su experiencia  pasada, el gozo que experimentaron cuando creyeron por primera vez. Del  gozo de vivir para el Señor, y de andar con él por la fe, no saben  nada, y quien se refiera a ello, habla en un lenguaje que les resulta  extraño. Pero el apóstol presenta definidamente este tema de la fe, como  extendiéndose hasta el mismo reino de la gloria, en la concluyente  ilustración que sigue:

Hebreos 11:5-6
"Por  la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque  lo traspuso Dios. Y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber  agradado a Dios. Empero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es  menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es  galardonador de los que le buscan" 

Obsérvese  cuál es el argumento esgrimido para demostrar que es por la fe que Enoc  fue trasladado: Enoc fue trasladado porque caminó con Dios y tenía el  testimonio de agradar a Dios; pero sin fe es imposible agradar a Dios.  Eso basta para probar lo expuesto. Sin fe, ningún acto que podamos hacer  alcanza la aprobación de Dios. Sin fe, lo mejor que el hombre pueda  hacer queda infinitamente lejos de la única norma válida, que es la de  la perfecta justicia de Dios. La fe es una buena cosa allá donde esté,  pero la mejor fe en Dios para quitar la carga de los pecados pasados, no  aprovechará a nadie, a menos que continúe presente en medida siempre  creciente, hasta el fin de su tiempo de prueba.

Hemos  oído a muchos manifestar lo difícil que les resultaba obrar el bien; su  vida cristiana era de lo más insatisfactorio, estando marcada solamente  por el fracaso, y se sentían tentados a ceder al desánimo. No es  sorprendente que se desanimen, ya que el fracaso continuo es capaz de  desanimar a cualquiera. El soldado más valiente del mundo entero,  acabaría desanimado si sufriese una derrota en cada batalla. No será  difícil oír de esas personas lamentos por ver mermada la confianza en sí  mismas. Pobres almas, ¡si solamente pudieran llegar a perder  completamente la confianza en sí mismas, y la pusiesen enteramente en  Aquel que es poderoso para salvar, tendrían otro testimonio que dar!  Entonces se gloriarían "en Dios por el Señor nuestro Jesucristo". Dice  el apóstol, "Gozaos en el Señor siempre: otra vez os digo: Que os  gocéis" (Fil. 4:4). Aquel que no se goza en Dios, incluso al ser tentado  y afligido, no está peleando la buena batalla de la fe. Está luchando  la triste batalla de la confianza en sí mismo, y de la derrota. 

Todas  las promesas de la felicidad definitiva son hechas a los vencedores.  "Al que venciere", dice Jesús, "le daré que se siente conmigo en mi  trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono"  (Apoc. 3:21). "El que venciere poseerá todas las cosas", dice el Señor  (Apoc. 21:7). Un vencedor es alguien que gana victorias. La herencia no  es la victoria, sino la recompensa por la victoria. La victoria es  ahora. Las victorias a ganar son la victoria sobre la concupiscencia de  la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida,  victorias sobre el yo y las indulgencias egoístas. Aquel que lucha y ve  huir al enemigo, puede gozarse; nadie puede quitarle ese gozo que se  produce al ver cómo claudica el enemigo. Algunos sienten pánico ante la  idea de tener que mantener una continua lucha contra el yo y los deseos  mundanos. Eso es así, solo  porque desconocen totalmente el gozo de la  victoria; no han experimentado mas que derrota. Pero el constante batallar no es algo penoso, cuando hay victoria continua. Aquel que cuenta sus batallas por victorias, desea encontrarse nuevamente en el campo de combate.  Los soldados de Alejandro, que bajo su mando no conocieron jamás la  derrota, estaban siempre impacientes por una nueva batalla. Cada  victoria, que dependía únicamente de su ánimo, aumentaba su fortaleza y  hacía disminuir en correspondencia la de sus vencidos enemigos. Ahora,  ¿cómo podemos ganar victorias continuas en nuestra contienda   espiritual? Escuchemos al discípulo amado: 

1 Juan 5:4
"Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe" 

Leamos nuevamente las palabras de Pablo:

Galatas 2:20

"Con  Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, más vive Cristo  en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de  Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí" 

Aquí  tenemos el secreto de la fuerza. Es Cristo, el Hijo de Dios, a quien  fue dada toda potestad en el cielo y en la tierra, el que realiza la  obra. Si es él quien vive en el corazón y hace la obra, ¿es jactancia  decir que es posible ganar victorias continuamente? De acuerdo, eso es  gloriarse, pero es gloriarse en el Señor, lo que es perfectamente  lícito. Dijo el salmista: "En Jehová se gloriará mi alma". Y Pablo dijo:  "Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor  Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo"  (Gál. 6:14).

Los  soldados de Alejandro Magno tenían fama de invencibles. ¿Por qué? ¿Es  porque poseían de forma natural más fortaleza o ánimo que todos sus  enemigos? No, sino porque estaban bajo el mando de Alejandro. Su fuerza  radicaba en su dirigente. Bajo otra dirección, habrían sufrido  frecuentes derrotas. Cuando el ejército de la Unión se batía en  retirada, presa del pánico, ante el enemigo, en Winchester, la presencia  de Sheridan transformó la derrota en victoria. Sin él, los hombres eran  una masa vacilante; con él a la cabeza, una armada invencible. Si  hubieseis oído los comentarios de esos soldados victoriosos, tras la  batalla, habríais escuchado alabanzas a su general, mezcladas con  expresiones de gozo. Ellos eran fuertes porque su jefe lo era. Les  inspiraba el mismo espíritu que lo animaba a él.

Pues  bien, nuestro capitán es Jehová de los ejércitos. Se ha enfrentado al  principal enemigo, y estando en las peores condiciones, lo ha vencido.  Quienes lo siguen, marchan invariablemente venciendo para vencer. Oh, si  aquellos que profesan seguirle quisieran poner su confianza en él, y  entonces, por las repetidas victorias que obtendrían, rendirían la  alabanza a Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.

Juan  dijo que el que es nacido de Dios vence al mundo, mediante la fe. La fe  se aferra al brazo de Dios, y la poderosa fuerza de éste cumple la  obra. ¿De qué manera puede obrar el poder de Dios en el hombre,  realizando aquello que jamás podría hacer por sí mismo?, nadie lo puede  explicar. Sería lo mismo que explicar de qué modo puede Dios dar vida a  los muertos. Dice Jesús: "El viento de donde quiere sopla, y oyes su  sonido; mas ni sabes de donde viene, ni a donde vaya: así es todo aquel  que es nacido del Espíritu" (Juan 3:8). Cómo obra el Espíritu en el  hombre, para subyugar sus pasiones y hacerlo victorioso sobre el  orgullo, la envidia y el egoísmo, es algo que sólo conoce el Espíritu; a  nosotros nos basta con saber que así es, y será en todo quien desee,  por encima de cualquier otra cosa, una obra tal en sí mismo, y que  confíe en Dios para su realización.

Nadie  puede explicar el mecanismo por el que Pedro fue capaz de caminar sobre  la mar, entre olas que se abalanzaban sobre él; pero sabemos que a la  orden del Señor sucedió así. Por tanto tiempo como mantuvo sus ojos  fijos en el Maestro, el divino poder le hizo caminar con tanta facilidad  como si estuviera pisando la sólida roca; paro cuando comenzó a  contemplar las olas, probablemente con un sentimiento de orgullo por lo  que estaba haciendo, como si fuera él mismo quien lo hubiese logrado, de  forma muy natural fue presa del miedo, y comenzó a hundirse. La fe le  permitió andar sobre las olas; el temor le hizo hundirse bajo ellas.

Dice  el apóstol: "Por la fe cayeron los muros de Jericó con rodearlos siete  días" (Heb. 11:30). ¿Para qué se escribió tal cosa? Para nuestra  enseñanza, "para que por la paciencia, y por la consolación de las  Escrituras, tengamos esperanza" (Rom. 15:4). ¿Qué significa? ¿Se nos  llamará tal vez a luchar contra ejércitos armados, y a tomar ciudades  fortificadas? No, "porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino  contra principados, contra potestades, contra señores del mundo,  gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los  aires" (Efe. 6:12); pero las victorias que se han ganado por la fe en  Dios, sobre enemigos visibles en la carne, fueron registradas para  mostrarnos lo que cumpliría la fe en nuestro conflicto con los  gobernadores de las tinieblas de este mundo. La gracia de Dios, en  respuesta a la fe, es tan poderosa en estas batallas como lo fue en  aquellas; ya que dice el apóstol:

2 Corintios 10:3-5
"Pues  aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, (porque las  armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la  destrucción de fortalezas); Destruyendo consejos, y toda altura que se  levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la  obediencia de Cristo" 

No  fue solamente a enemigos físicos a quienes los valerosos héroes de  antaño vencieron por la fe. De ellos leemos, no solamente que "ganaron  reinos", sino también que "obraron justicia, alcanzaron promesas", y lo  más animador y maravilloso de todo, "sacaron fuerza de la debilidad"  (Heb. 11:33 y 34). Su debilidad misma se les convirtió en fortaleza  mediante la fe, ya que la potencia de Dios en la flaqueza se  perfecciona. ¿Quién podrá acusar entonces a los elegidos de Dios,  teniendo en cuenta que es Dios quien nos justifica, y que somos hechura  suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras? "¿Quién nos apartará  del amor de Cristo? tribulación? o angustia? o persecución? o hambre? o  desnudez? o peligro? O cuchillo?" "Antes en todas estas cosas hacemos  más que vencer por medio de aquel que nos amó" (Rom. 8:35,37).

ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO